Contar con un software de gestión de clínica (lo que conocemos como un ERP, por las siglas en inglés de Enterprise Resource Planning) se ha convertido ya en un requisito indispensable para gestionar los ingentes flujos de información que se manejan en este ámbito. Sin embargo, la introducción del campo de la inteligencia artificial en la medicina aún está en sus etapas tempranas, solo podemos intentar imaginar los cambios que estas nuevas tecnologías supondrán.
La complejidad de los problemas que tienen que abordar los médicos hace que la factura de estos productos sea cada vez más sofisticada. En este sentido, se trata de un sector abierto a la integración relativamente rápida de las innovaciones tecnológicas que van surgiendo. Una de las más destacadas y ambiciosas, sin duda, es la que representa la inteligencia artificial.
A grandes rasgos, consiste en la aplicación en las máquinas de patrones de pensamiento y conducta de naturaleza humana. Estas se ponen al servicio del abordaje de numerosas problemáticas habituales en el ámbito clínico. Las ventajas principales son una mayor comodidad para el paciente y el médico y un alto grado de acierto en los diagnósticos y tratamientos. A continuación, profundizamos en los indudables beneficios de este avance para la profesión médica y su contexto de aplicación, el cual dista todavía de resultar óptimo.
Los pros y contras de la inteligencia artificial en la clínica
A estas alturas del desarrollo de esta tecnología, nadie duda de que esta resulta beneficiosa para el desempeño de las labores médicas. Sin embargo, también resulta evidente que todavía queda mucho por aprender a la hora de aprovecharla de manera óptima. Por eso, vale la pena repasar cuáles son las principales ventajas que su uso ha proporcionado a los profesionales del sector médico.
La implantación de la inteligencia artificial en la medicina se enmarca en el contexto general de los avances vinculados a la que ya conocemos como 4ª Revolución Industrial. Se trata de la asociada a las transformaciones digitales en todos los órdenes de la sociedad vinculadas a la expansión de los modernos dispositivos de conexión de datos. Su aplicación en los procesos empresariales conlleva una creciente interconexión entre máquinas y personas, lo que posibilita responder de manera inmediata ante intercambios de información que se producen en tiempo real.
En primer lugar, hemos de señalar que esta innovación acaba por introducir una mejoría en la relación entre costes y beneficios. Hemos de tener en cuenta que supone una notable optimización de medios. El análisis de datos que facilita hace que los doctores no tengan que estar tanto tiempo dedicándose a cuestiones administrativas. Por lo tanto, ese tiempo que se ahorran en la sistematización y comparación de los datos de un modo convencional puede ser empleado en afinar en sus diagnósticos y tratamientos. Tenemos que valorar que la inteligencia artificial favorece el análisis de datos masivos o Big Data de una forma rápida y efectiva. Así que esta comodidad aportará una innegable calidad al trabajo diario de los profesionales, lo que redundará en un mayor grado de acierto.
Algunas reflexiones en torno al buen uso de la inteligencia artificial en la medicina
Por otro lado, los expertos en la materia celebran de manera periódica eventos en los que tratan de perfilar cómo se puede incrementar la utilidad de la inteligencia artificial en la medicina. La mayoría de las conclusiones, por su parte, ha estimado que su utilización ha de ser combinada con altas dosis de inteligencia humana. En las siguientes líneas, explicamos las derivaciones de esta conclusión.
El debate, básicamente, se centra en dilucidar por qué no aumenta la calidad en el uso de la inteligencia artificial de la misma manera que avanzan los conocimientos para desarrollar este tipo de tecnología. Este dilema se puede explicar con un ejemplo muy gráfico: hay modelos de inteligencia artificial que pueden distinguir entre fotos de perros y gatos, pero serían incapaces de argumentar por qué cada uno de estos animales es un perro o un gato.
En resumidas cuentas, la discusión principal estriba en que la inteligencia artificial no puede sustituir a la del médico. Está claro que la primera está cambiando el mundo y va a tener todavía efectos más concluyentes en los próximos tiempos, pero es necesario que nos planteemos quiénes y cómo vamos a transformar esta clase de tecnología en una herramienta más eficiente.
En este aspecto, ya hay diversos estudios que abordan el retorno de la inversión que genera (desde una perspectiva capitalista) o la creación de instalaciones de inteligencia ambiental (salas con capacidad de detección). En definitiva, no se trata de averiguar si resulta más brillante la inteligencia artificial o la humana; sino de confirmar que ambas, juntas, suponen un salto de calidad evidente.
Las aplicaciones concretas de la inteligencia artificial en la medicina
Ya hemos avanzado cómo la inteligencia artificial mejorará la atención médica, pero ha llegado el momento de concretar de qué modo se van a sustanciar estas aportaciones. A continuación, se señalan las más relevantes.
– Análisis masivos de datos, los cuales ofrecerán, en general, unos servicios más rápidos y eficientes.
– Tratamientos que, gracias al análisis de datos estructurados, como los de IBM Watson para enfermos de cáncer, podrán personalizarse de una forma más eficaz.
– Facilitación de trabajos repetitivos, como en el reconocimiento de algunos patrones de detección de enfermedades.
– Realización de consultas online, lo que ahorra tiempo y dinero.
– Asistencia a distancia y diagnósticos y tratamientos mediante el reconocimiento de voz.
– Medicina de precisión incluso en los análisis genéticos.
– Diseño de medicamentos mucho más rápido.
A modo de conclusión: los retos a afrontar en la implantación de la inteligencia artificial
Para lograr que esta tecnología tenga una pronta y útil repercusión en nuestro sistema sanitario, su aplicación, además de ética, va a tener que ser gradual. Los técnicos tendrán que recibir la formación oportuna y los pacientes deberán habituarse a las metodologías novedosas.
Asimismo, los proveedores de este tipo de software tendrán que hacer un esfuerzo de comunicación de sus beneficios y riesgos, de la misma manera que las empresas públicas y privadas que lo utilicen habrán de ser capaces de medir y demostrar su incidencia.